viernes, 17 de julio de 2009

¿Qué cantaba Calvino?


¿Qué cantaba Calvino?

Se había hecho muy sofisticado el asunto. En Roma se había fundado una escuela de niños – Gregorio los examinaba personalmente – que después de años de enseñanza esmerada pudieran consagrar su vida al canto eclesiástico. Los cantores instruidos salían de Roma y se dirigían a todas las partes de Europa Occidental. Aquellos primeros maestros establecieron escuelas en varios centros. Muy bien organizadas y estrictas casi no había participación de laicos, que con los años lograban la difusión del cristianismo por las diversas naciones pero quienes entendían el latín eran cada vez menos.
Los que primero rompieron esta barrera fueron los Hermanos Bohemios seguidos de Juan Huss, quien murió quemado en la estaca en 1415, en Alemania. Él creía que la gente debía participar en el canto de la iglesia y sus discípulos continuaron su obra y editaron en 1504 el primer himnario para uso congregacional. Pero el gran propulsor de la himnología congregacional fue Martín Lutero al dar la Biblia y el himnario en la lengua materna.
Juan Calvino, que había nacido 16 años después de Lutero, adhirió a la idea que la gente entonara las melodías populares pero con letras religiosas y en el idioma del pueblo.
En 1539 cuando Calvino estaba en Estrasburgo como pastor de los refugiados franceses había aprovechado 12 salmos de Marot y con otros pasajes bíblicos como los Diez Mandamientos, el Credo y el Cántico de Simeón, hizo una colección de 21 poesías religiosas: 1º himnario de uso congregacional en la iglesia reformada dirigida por Calvino. Clement Marot era un poeta de la corte de Luis XII que había publicado 30 salmos traducidos al francés.
Calvino le encargó al músico Loys Bourgeois que le pusiera una melodía a cada salmo y en la 1º edición en 1542 Calvino escribió: “las palabras expresadas por medio de la música pueden calmar el corazón y al entonar los salmos de David que dictó y creó el Espíritu Santo podemos estar seguros de que Dios pone las palabras en nuestra boca, como si fuese Él quien canta dentro nuestro”.
No será hasta 1561 que con la pluma de Teodore de Bèze se completó la metrificación de los 150 salmos, y las melodías en total 125, se completaron con la colaboración de un músico francés Claudio Goudimel.
La austeridad característica de Calvino y su convencimiento de que el canto debía ser puro y libre de distracciones o ideas confusas lo hacía cantar al unísono y sin acompañamiento instrumental, encabezando una reacción en contra de la música florida y las formas litúrgicas demasiado teatrales, dice el himnólogo Eduardo Ninde, y consiguió que ensayaran los salmos en las escuelas, de 11 a 12 hs cuatro veces por semana y luego en los cultos, los chicos, con sus voces dirigían a la congregación en el canto de melodías nuevas.
Un inglés que huyó a Ginebra para salvar su vida escribió: “La ciudad ofrece un espectáculo muy interesante cuando, en los días de semana, se aproxima la hora del culto. Tan pronto como se oye el primer tañido de la campana, se cierran todos los comercios, la conversación cesa, dejan de lado todas las transacciones, y de todas partes acude la gente a la iglesia más cercana. Cuando llegan, cada uno extrae del bolsillo un pequeño libro que contiene los salmos métricos, y luego la congregación canta antes y después del sermón”.
Calvino pudo ver la colección completa del Salterio Ginebrino sólo dos años antes de su muerte (1564), y tuvo una influencia impresionante en todo el mundo reformado en Suiza, Holanda, Hungría, los puritanos en Inglaterra, los presbiterianos en Escocia, los hugonotes en Francia y los bohemios y los moravos en Checoslovaquia, hasta en EEUU, donde por más de 200 años se cantaron sólo salmos.
Imaginen la revolución que fue en su momento que en ese año 1562 salieron ¡24 ediciones! en París, Caen, Lyon, Ginebra y otros lugares.
Pensar que los salmos no nacieron en un clima devocional sino en la corte de los reyes de Navarra, donde Marot tenía influencia. Lo curioso es que el 1º Sínodo Reformado se celebró allí, en Navarra, en 1563, hoy departamento de los Bajos Pirineos.
Cada vez que cantamos “Como el ciervo ansioso brama” estamos cantando la letra traducida del francés a nuestro idioma del original del salmo.
Cada vez que cantamos la doxología (444 de Cántico Nuevo), estamos cantando la música que originalmente era del salmo 134.
Nunca se dejaron de cantar, hasta el día de hoy, los salmos con otras melodías, pero asimismo, dos siglos después del Salterio Ginebrino, se afirmó la necesidad de enfatizar la centralidad de Cristo a través del canto y ampliarlo a la magnitud actual.

Lucas Millenaar
Tomado del boletín Noti-nos, de la Iglesia Reformada de Buenos Aires, Julio 2009

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